URGENCIAS SANITARIAS EN NAVIDAD

Las urgencias e ingresos hospitalarios aumentan un 25% en Navidad, debido fundamentalmente a crisis hipertensivas, diabetes descompensada, ataques de gota y diversas patologías digestivas (gastritis, reflujo gastroesofágico, pancreatitis, cólicos biliares, gastroenteritis) relacionados con los excesos alimentarios. Además, algunas enfermedades neurológicas, como la epilepsia, se ven peligrosamente influenciadas por la ingesta de alcohol o la falta de sueño. En general, el motivo de urgencia más frecuente es una
descompensación de patologías previas.

Dicho en estos términos, parecería que la Navidad es un motivo de preocupación sanitaria más que una celebración entrañable para la mayoría de los ciudadanos españoles. Nada más lejos de los objetivos de este informe que cuestionar el carácter marcadamente favorable de estas fiestas. Sin embargo, como ocurre siempre con las celebraciones en el ámbito cultural mediterráneo y muy particularmente en España, tales celebraciones se llevan a cabo alrededor de una mesa y una buena dosis de exceso alimentario, acompañado de abuso de bebidas alcohólicas y de pérdida de horas o de regularidad del sueño.

Son precisamente estas circunstancias las que deben ser cuidadosamente valoradas por todas las personas, pero especialmente por aquellas con patologías crónicas susceptibles de empeorar en condiciones de estrés metabólico, neurológico y emocional; todo ello puede redundar en la aparición o recrudecimiento de efectos muy nocivos sobre la salud, con las correspondientes consecuencias para su tratamiento a corto y largo plazo, en términos de riesgo sanitario y, en no menor medida, de sobreesfuerzo económico.

Una simple comida o cena – piénsese en Noche Buena y Navidad, ambas separadas solo por horas – puede suponer el consumo de hasta 3000 kcal, lo que equivale prácticamente al doble de los requerimientos energéticos de dos días completos – en término medio – para una persona. Un exceso calórico que suele corresponderse al final de las fiestas navideñas con un incremento de 2 a 4 kg de peso.

Pero, si el exceso calórico aportado es ya un problema importante, en tanto que supone un esfuerzo metabólico notable hasta el punto de provocar respuestas agudas – abotargamiento, crisis agudas de gota, distensión y dolor abdominal, etc. –, el consumo no controlado de alcohol puede provocar en casos extremos llegar a estamos de coma o padecer paradas respiratorias, por depresión funcional del sistema nervioso central. Incluso sin llegar a estos extremos – afortunadamente poco comunes – el consumo inmoderado de bebidas alcohólicas puede acarrear una desinhibición social que genere episodios de conflicto, más allá de la labilidad emocional o incluso periodos de amnesia que acompañan al periodo posterior de la intoxicación alcohólica aguda.

Las consecuencias más comunes del exceso de comida son digestiones pesadas y prolongadas, a veces acompañadas de nauseas vómitos, ardor de estómago, flatulencia y/o diarrea.