Dr. Enrique Rey Díaz-Rubio. Servicio de Aparato Digestivo del Hospital Clínico San Carlos y profesor asociado de Medicina en la Universidad Complutense de Madrid.
El estreñimiento crónico es un problema muy frecuente que afecta aproximadamente al 15% de la población en España1. En torno al 40% de los afectados consulta al médico por este problema, lo cual conlleva un considerable consumo de recursos sanitarios, tanto en consultas, exploraciones diagnósticas, y medidas terapéuticas2. Según un estudio americano, el 75% del gasto sanitario asociado al estreñimiento deriva de las exploraciones complementarias3.
Aunque muchas veces es considerado un problema poco relevante, lo cierto es que el estreñimiento crónico tiene graves consecuencias para la actividad diaria de las personas que lo sufren, provocando dolor y distensión abdominal, disminución del apetito, esfuerzo defecatorio y evacuación de heces duras4. Además de estos síntomas, el estreñimiento crónico puede verse acompañado de problemas anorrectales, tales como las hemorroides, fisuras e impactación fecal5. Estas complicaciones típicas del estreñimiento crónico afectan al paciente de manera individual, tanto física como psicológicamente, al mismo tiempo que influye en sus relaciones interpersonales, tanto sociales como laborales6.
De acuerdo con un reciente metanálisis, el impacto en la calidad de vida de estos pacientes es comparable con el que produce la enfermedad inflamatoria intestinal crónica4. No hemos de olvidar, por último, que el esfuerzo defecatorio sostenido a lo largo de décadas puede contribuir al deterioro del suelo pélvico y del nervio pudendo7-8, factores que se encuentran en el origen de muchos de los problemas de incontinencia que se dan en nuestros mayores.
Junto a las recomendaciones iniciales de dieta (aumento de fibra y de ingesta de líquidos) 9-10 y ejercicio físico regular11, muy eficaces en la mayoría de los pacientes, los laxantes representan la principal arma terapéutica de la que se dispone hasta ahora. Sin embargo, los laxantes no han demostrado ser un tratamiento satisfactorio para algunos pacientes, e incluso cuando se obtienen resultados, se va perdiendo la eficacia con el paso del tiempo y los efectos secundarios limitan su uso.12
En una encuesta realizada a pacientes con estreñimiento crónico en tratamiento con laxantes se observó que el 47% de los encuestados no estaba satisfecho con su tratamiento. La mayoría de ellos atribuía su insatisfacción a la falta de eficacia (39%) o a los resultados irregulares (25%). Otros motivos de insatisfacción tenían que ver con la seguridad y los efectos adversos (16%). Además el 9% de los encuestados señalaron que habían faltado al trabajo o a clase. En el intento de conseguir una solución eficaz o de evitar los efectos adversos, los pacientes cambian y combinan laxantes, muchas veces por iniciativa propia y sin la adecuada guía médica12.
Un planteamiento diagnóstico y terapéutico más acorde con la realidad del problema contribuiría sin ninguna duda a cumplir con el objetivo terapéutico, que no es otro que aliviar el estreñimiento, mejorando los síntomas y la calidad de vida del paciente. Además, se lograría mejorar la seguridad de los pacientes, disminuyendo los riesgos asociados a la autoprescripción, y se ayudaría a contener el gasto sanitario, optimizando el uso de exploraciones complementarias y pruebas funcionales.
REFERENCIAS
1. Suares, Ford. Am J Gastroenterol. 2011; 106:1582–1591
2. Galvez et al. Alim Pharmacol Ther. 2006
3. Singh et al. CGH. 2007; 5:1053–1058
4. Belsey et al. Aliment Pharmacol Ther. 2010; 31:938–949
5. Talley y Baum. Clin Gastro Hepatol. 2009; 7:9–19
6. Sun SX et al. Dig Dis Sci. 2011
7. Alessi et al. Clin Geratr Med. 1988; 4:571-88
8. Read et al. Gastroenterology. 1985; 89:959-66
9. Hongisto et al. Eur J Clin Nutr. 2006; 60:319-24
10. Anti et al. Hepatogastroenterology. 1998; 45:727-32
11. De Schriber et al. Scand J Gastro, 2005
12. Johanson JF. Aliment Pharmacol Ther. 2007