Un estudio realizado en 76 países revela que entre 2000 y 2015 las dosis diarias se incrementaron en un 65% y que la tasa de consumo aumentó en un 39%, sobre todo en los países con ingresos medianos y bajos.

La resistencia a los antibióticos es una gran amenaza para la salud pública mundial. Una nueva investigación liderada por el Centro para la Dinámica de Enfermedades, Economía y Política, con sede en Washington, ha analizado las tendencias mundiales sobre su uso entre 2000 y 2015. Según los autores de este estudio, publicado hoy en la revista PNAS, “el conocimiento de los patrones de consumo de antibióticos podría orientar las políticas destinadas a  minimizar sus resistencias”.

Los científicos, de instituciones como la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, la Universidad de Baltimore o la Universidad de Amberes en Bélgica, emplearon los datos de ventas farmacéuticas para estudiar el consumo de antibióticos en 76 países en esos 15 años.

La evaluación más completa de las cifras mundiales hasta la fecha revela que las dosis diarias definidas (DDD) (medida estándar para el consumo de antibióticos) aumentaron en un 65%, de 21.100 millones a 34.800 millones de DDD. A su vez, la tasa de consumo de antibióticos se incrementó en un 39%, de 11,3 a 15,7 DDD por 1.000 habitantes y día.

Los expertos también proyectaron el consumo mundial total de antibióticos hasta 2030. Según los autores, con la continuación de las tendencias actuales, se prevé que su uso aumente entonces hasta en un 200%.

“Cuando la resistencia a los antibióticos emerge en un lugar, se propaga rápidamente a otras partes del mundo”, afirma el director del CDDEP y autor principal del estudio. “De ahí que el informe incida en la necesidad de una vigilancia mundial coherente de la resistencia y las políticas para reducir su uso innecesario”.

Para los investigadores, aunque resulta crítico reducir el consumo de antibióticos, también es necesario promover e incrementar su acceso en países con ingresos bajos, ya que estos padecen las tasas más elevadas de enfermedad y muerte causadas por enfermedades infecciosas.

El consumo por países

El aumento del consumo de antibióticos se asoció con el incremento del PIB en países de ingresos bajos y medios, donde el consumo aumentó en 114%, de 11.400 millones a 24.500 millones de DDD, y la tasa de consumo aumentó en 77%, de 7,6 a 13,5 DDD por 1.000 habitantes y día (parte del aumento del uso total se debió al crecimiento económico y de la población).

Algunos países de ingresos bajos y medianos tenían tasas de consumo que superaban las de los estados de ingresos altos. En 2015 cuatro de los seis países con las tasas de consumo más altas fueron los de ingresos bajos y medianos: Turquía, Túnez, Argelia y Rumania.

Sin embargo, muchos todavía tienen tasas de consumo per cápita considerablemente más bajas que los países de ingresos altos, debido a problemas como el alto costo de los medicamentos y las protecciones de patentes.

Por su parte, en los países de ingresos altos si bien el empleo de antibióticos aumentó en un 6%, de 9.700 millones a 10.300 millones de DDD, la tasa de consumo disminuyó en un 4%, de 26,8 a 25,7 DDD por cada 1.000 habitantes y día.

El consumo de penicilinas de amplio espectro se incremento, en el mundo, un 36% entre 2000 y 2015. El mayor aumento se produjo en los países de ingresos bajos y medios, donde la tasa de consumo de antibióticos aumentó un 56%, en comparación con el 15% en los países de ingresos más altos. El consumo de antibióticos nuevos y de última generación aumentó significativamente en casi todos los países.

España: una alta tasa de uso per cápita

El consumo total de antibióticos en España se incrementó un 35% –de 0,5 a 0,7 mil millones de DDD– entre 2000 y 2015. Su tasa per cápita se elevó un 17%, de 34,3 DDD por 1.000 habitantes y día a 40,1 DDD por 1,000 habitantes y día. “España posee la tasa de uso per cápita más alta de cualquier país de ingresos elevados y es la tercera más alta en general”.

El año 2000 tuvo las cifras más altas de tasa de consumo de antibióticos junto a otros países de altos ingresos, como Francia, Nueva Zelanda, Hong Kong y Estados Unidos. Además, por tipo de medicamento, en 2015 España mantuvo, al igual que Reino Unido e Irlanda, una de las tasas más altas de consumo de polimixina –utilizado para el tratamiento de las infecciones urinarias, septicemia o bacteremia, producidas por gérmenes sensibles cuando otros antibióticos son inefectivos o están contraindicados.

El peligroso resultado de este abuso de los antibióticos es y será más en el futuro la aparición de resistencias entre las bacterias a las que estos fármacos debían combatir. En muchos de los países en desarrollo, «no disponen de los antibióticos de primera línea, generalmente más caros, por lo que acaban abusando de los más baratos». El control, además es inexistente, y se pueden comprar en cualquier mercado.

En cuanto a los países ricos que abusan, como España, «hay una cultura de emplearlos ante la menor duda, tanto entre la población como entre los médicos», dice el doctor del Hospital Universitario Virgen Macarena y coordinador de la Red de Investigación en Patología Infecciosa, Jesús Rodríguez Baños. En 2013 se diseñó un plan estatal para controlar el uso de los antibióticos y frenar la aparición de resistencias. Pero, como dice Rodríguez Baños, ajeno a este estudio, no lo han dotado de fondos, «frenar las resistencias parece que no es una prioridad para los gestores sanitarios».

El año pasado, la OMS alertaba de que en unas décadas la principal causa de muerte podría venir de las infecciones provocadas por bacterias resistentes y superbacterias para las que no haya antibióticos, en buena medida por su abuso hoy.

Fuente JANO.es