Sus causas son la estimulación excesiva del aparato vestibular por el movimiento como causa primaria. La susceptibilidad individual es muy variable. Los estímulos visuales como un horizonte en movimiento, la mala ventilación debida a humos, monóxido de carbono o vapor, en muchas circunstancias asociados al vehículo de transporte y los factores emocionales como el miedo o la ansiedad actúan junto con el movimiento para precipitar un ataque.

Se trata de una serie de medidas preventivas generales:
• Colocarse en lugares de menor movimiento (en el centro del barco, entre las alas del avión, en la parte delantera del coche…).
• Acomodarse en posición acostada o semiacostada.
• Evitar la lectura.
• Mantener la vista apartada de objetos móviles y cercanos, buscando puntos de referencia lejanos por encima del horizonte.
• Evitar un exceso de calor y procurar una buena ventilación del habitáculo.
• No comer ni beber en exceso en las horas previas al viaje. Si se trata de un viaje largo, se deben consumir cantidades pequeñas de líquidos y comidas sencillas con frecuencia. si se trata de un viaje corto en avión es preciso evitar los líquidos y sólidos y especialmente las bebidas alcohólicas y las que contienen gases.
• Hacer paradas para andar y despejarse
• Estimular la atención a los niños elevando su posición con asientos adecuados y/o manteniéndoles distraídos con juegos.